febrero 04, 2011

Quiero ser más extrovertido!!!

Hola! Hoy vengo con ustedes con un nuevo tema, muy interesante por cierto, en el cual tomo alguna información que encontré en internet y por otra parte de un libro que me regalaron. Me llamó mucho la atención, ya que muchos jóvenes se sienten relacionados con éste tema.

De acuerdo con el periódico canadiense The Toronto Star, “alrededor del trece por ciento de los adultos padece timidez extremada”, lo que “les impide disfrutar a plenitud de la vida”. Los especialistas dieron las siguientes sugerencias para vencer el retraimiento: “Piense en cómo romper el hielo con comentarios sacados de las noticias, las revistas, los libros, los pasatiempos o las películas”. “Practique la comunicación verbal y no verbal, lo que incluye el contacto visual [y] la escucha atenta.” “Oblíguese a realizar lo que le asusta.” “Si tiene un hijo tímido, es importante que le brinde muchas oportunidades de relacionarse con los demás.” Recomendaron no darse por vencido, pues la experiencia muestra que cuanto más se lucha por superar la timidez, más fácil resulta.
“Soy muy tímido.” “Soy muy joven.” “Soy muy viejo.” “Me siento muy cohibido.” Estos son ejemplos de calificativos autoimpuestos que le impiden alcanzar objetivos que en realidad son totalmente alcanzables.
Dichos calificativos suelen convertirse en profecías que nosotros mismos hacemos que se cumplan. Por ejemplo, la persona que se califica a sí misma de “tímida” seguirá cerrando la puerta a oportunidades que le estimularían a vencer la timidez. Este comportamiento, a su vez, le convence de que realmente es tímido. De modo que se crea un círculo vicioso en el que la persona responde con su conducta al calificativo que se ha autoimpuesto y con ello lo refuerza aún más. Un psicólogo comenta: “Si usted cree que hay algo que no es capaz de hacer, [...] obrará en consonancia con lo que cree, y llegará a ser de esa manera”. La doctora Lynne Kelly, de la universidad de Hartford (E.U.A.), dice que la timidez puede ser una reacción aprendida. Y lo que aprendemos, podemos desaprenderlo. Lo mismo puede suceder con el cohibimiento, el miedo al público y otros factores. En primer lugar, quizás tengas que reevaluar el concepto que tienes de ti mismo. ¿Te menosprecias constantemente pensando que no le vas a gustar a nadie o que no tienes nada que merezca la pena decir? El que tengas una imagen negativa de tu persona te dificulta ser sociable. Recuerda que Jesús dijo: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”, y no en vez de a ti mismo (Mateo 19:19). Por lo tanto, es saludable y apropiado que te ames de forma equilibrada, puesto que esto te dará la confianza que necesitas para hablar con los demás.

Si tienes poca autoestima, te ayudará leer el capítulo 12 del libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas, titulado “¿Por qué no estoy contento conmigo mismo?”. Te darás cuenta de que tienes mucho que ofrecer como persona. De hecho, el que seas cristiano demuestra que Dios ve algo valioso en ti. Ya lo dijo Jesús: “Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga” (Juan 6:44).


Interésate por los demás; Proverbios 18:1 da la siguiente advertencia: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta”. En efecto, si te aíslas, probablemente centres demasiada atención en ti mismo. Filipenses 2:4 nos anima a no estar “vigilando con interés personal solo [nuestros] propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás”. Cuando prestas toda tu atención a los intereses y las necesidades de otras personas, estás menos pendiente de ti mismo. Cuanto más te preocupes por ellas, más impulsado te sentirás a tomar la iniciativa de conocerlas. Por ejemplo, fíjate en Lidia, una mujer que se ha convertido en un símbolo de simpatía y hospitalidad. La Biblia cuenta de ella que, después de escuchar al apóstol Pablo y bautizarse, le suplicó a este y a sus compañeros: “Si ustedes me han juzgado fiel a Jehová, entren en mi casa” (Hechos 16:11-15). Aunque se acababa de hacer discípula, Lidia tomó la iniciativa de conocer a esos hermanos, y sin duda recibió muchas bendiciones por ello. ¿Adónde fueron Pablo y Silas después de salir de prisión? Curiosamente, regresaron a casa de Lidia (Hechos 16:35-40). Así mismo, te darás cuenta de que la mayoría de las personas responden al interés que muestras en ellas. Pero ¿por dónde empezar? He aquí algunas sugerencias útiles.
● Empieza por cosas pequeñas. Ser sociable no significa que tengas que ser tan extrovertido que llames la atención o que te conviertas en alguien muy solicitado. Intenta hablar con las personas de una en una. Puedes ponerte la meta de comenzar una conversación al menos con una persona de cada vez. Trata de sonreír y de mirar a los ojos cuando hables.
● Rompe el hielo. “¿Cómo?”, te preguntarás. Pues bien, cuando te interesas de verdad por los demás, normalmente no cuesta tanto encontrar de qué hablar. Un joven español llamado Jorge dice: “He visto que el simple hecho de preguntarle a alguien cómo está o qué tal le va en el trabajo, puede ayudarte a conocerlo mejor”. Un chico llamado Fred da esta sugerencia: “Si no sabes qué decir, empieza a hacer preguntas”. Por supuesto, no quieres que a la persona le parezca que la estás sometiendo a un interrogatorio. Si esta parece reticente a la hora de contestar, trata de contarle algo sobre ti mismo.
Mary, madre de un adolescente, señala: “Por experiencia creo que el mejor modo de conseguir que la gente se sienta a gusto es haciéndola hablar sobre sí misma”. Una joven de nombre Kate añade: “Los cumplidos sobre la vestimenta o sobre alguna otra cosa ayudan. Hacen que la persona sienta que le gusta a los demás”. Claro que has de ser sincero y evitar el habla lisonjera (1 Tesalonicenses 2:5). Por lo general, la gente reacciona bien a las palabras atentas y agradables que son sinceras (Proverbios 16:24).
● Sé un buen oyente. La Biblia aconseja “ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar” (Santiago 1:19). Al fin y al cabo, la conversación es un intercambio de ideas y no un monólogo. Así pues, tu timidez al hablar podría resultarte ventajosa a este respecto. La gente valora a las personas que saben escuchar.
● Únete al grupo. Una vez que domines el arte de la conversación con una sola persona, intenta hablar en grupos. A veces, la forma más sencilla de mantener una conversación es uniéndote a una que ya ha comenzado. Naturalmente, el discernimiento y los buenos modales son esenciales. No te entremetas en lo que es, a todas luces, una conversación privada. Pero cuando sea evidente que un grupo está charlando, intenta unirte a él. Ten tacto; no interrumpas ni trates de tomar el control. Escucha un rato, y, cuando te sientas cómodo, quizás te apetezca hacer algunos comentarios.
● No te exijas perfección. A veces, a los jóvenes les preocupa demasiado hacer un comentario desafortunado. Una muchacha italiana llamada Elisa explica: “Siempre temía decir algo desastroso si hablaba”. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que todos somos imperfectos, y que, por tanto, es imposible que nuestra habla sea perfecta (Romanos 3:23; compara con Santiago 3:2). Elisa añade: “Entendí que estaba entre amigos y que ellos serían comprensivos si decía algo inoportuno”.
● No pierdas el sentido del humor. Es cierto que resulta embarazoso decir algo inapropiado, pero como indica Fred, “si te relajas y te ríes de ti mismo, se olvida todo rápidamente. Estarás haciendo una montaña de un grano de arena si te pones nervioso, te sientes frustrado o te preocupas”.
● Sé paciente. Ten en cuenta que no todas las personas responden enseguida. Un incómodo silencio durante una conversación no implica necesariamente que no le gustes a tu interlocutor o que deberías darte por vencido. Quizás solo esté preocupado o sea tímido, al igual que tú. En situaciones como esta, sería bueno que le dieses a la persona un poco más de tiempo hasta que llegue a sentirse a gusto contigo.
● Intenta hablar con adultos. A veces los adultos comprenden bien a los jóvenes que combaten el problema de la timidez. Así que no tengas miedo de comenzar una conversación con una persona mayor que tú. Kate dice: “Me siento cómoda entre adultos porque sé que no me van a juzgar, ni ridiculizar, ni hacer pasar un mal rato como quizás harían los de mi edad”.
Aunque estas sugerencias pueden resultar útiles, no existe ninguna fórmula mágica para vencer la timidez. A la larga, no se trata de aplicar una técnica o procedimiento ingenioso. La clave es “amar a tu prójimo como a ti mismo” (Santiago 2:8). Aprende a interesarte por otras personas, especialmente por tus hermanos cristianos (Gálatas 6:10). Si hay amor genuino en tu corazón, superarás el temor y la inseguridad, y tratarás de llegar a otros. Como dijo Jesús, “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Barry, mencionado al principio, observa: “Cuanto más conozco a la gente, menos me cuesta hablar con ella”. En otras palabras, cuanto más te esfuerces por ser sociable, más fácil te resultará serlo. Cuando veas que estás haciendo nuevos amigos y que los demás te aceptan, sabrás que tu esfuerzo ha valido la pena.

No hay comentarios :

Publicar un comentario